13 de Julio de 2010 - 21 hs.
Tema: "Neutralidad Científica"

 

Conducido por el Abogado Raúl Arce,  siendo acompañado por los integrantes del Centro de Investigación para la Paz de la Facultad Regional Resistencia, Universidad Tecnológica Nacional,  Srta. Anabella Orcolla, Licenciada Eugenia Itatí Garay, Odontóloga Emy Arduña, Sr. Fredy Eiman,  Srta. Francisca Ortiz,  Prof. Rubén Darío Borda,  y  Magíster  Miguel Armando Garrido.

Operador: Guillermo Aguilar
Selección Musical: Abogado Raúl Arce

Temas: Neutralidad Científica.

El tema ha sido tratado siguiendo los lineamientos de la Enciclopedia de Paz y Conflictos, dirigida por el Dr. Mario López Martinez del Instituto de Paz y Conflictos de la Universidad de Granada, España, autor de la voz: F. Javier Rodríguez Alcazar.

LA IDEA DE UNA CIENCIA PARA LA PAZ PUEDE ENTENDERSE DE 2 FORMAS BIEN DISTINTA
En PRIMER LUGAR, si se asume que la Ciencia es el resultado de una actividad humana, no dependiente de condicionamientos sociales, la cuestión se reduce a cómo emplear la Ciencia para unos ciertos USOS (PACÍFICOS) mejor que para otros (caracterizados como violentos en algún sentido).

DOS, pero si se concibe la CIENCIA COMO UNA ACTIVIDAD SOCIAL Y EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO COMO LOS RESULTADOS SOCIALMENTE CONSTRUIDOS (al menos, en ciertos sentidos y en algún grado) de aquella actividad, entonces la cuestión se convierte en la de CÓMO HA DE CONSTRUIRSE LA CIENCIA PARA QUE SE PROMUEVA LA PAZ MEJOR QUE LA VIOLENCIA.
Este segundo planteamiento chocha con una Doctrina, que algunos no dudan en calificar como “mito”: el de la NEUTRALIDAD de la Ciencia. Esta Doctrina se ha presentado con diversas formulaciones y ha desempeñado históricamente funciones diversas. Uno de los episodios Históricos más significativos en la formación del Mito de la Neutralidad con respecto a las Ciencias Naturales se produjo con el establecimiento, en el Siglo XVII, del ROYALIST COMPROMISE entre el Rey de Inglaterra y los miembros de la Royal Society de Londres. En virtud de ese pacto, el primero concedía a los segundos libertad para opinar, comunicarse y publicar sus ideas, a cambio del compromiso por parte de los Científicos de no ocuparse de cuestiones políticamente sensible.
En palabras de Robert Hooke, uno de los miembros más distinguidos de la Sociedad, esas cuestiones incluían la Teología, la Metafísica, la Moral, la Política, la Gramática, la Retórica y la Lógica.
De esta forma, la Ciencia Natural ganaba el derecho de no verse coartada por los Poderes Políticos y Eclesiástico, al tiempo que impedía la reproducción en su interior de las guerras de Religión que asolaban Europa en aquélla época, mediante la declaración enfática de su NEUTRALIDAD con respecto a aquellos temas.
Ya en el Siglo XX, el Filósofo Austríaco Ludwig Wittgenstein formuló con mayor precisión el ideal de Neutralidad Científica mediante la estricta distinción entre HECHOS Y VALORES que encontramos en su TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS (1921). De acuerdo con el Wittgenstein del TRACTATUS, la Ciencia Natural  es el conjunto de las poposiciones verdaderas sobre el Mundo, entendido como la totalidad de los hechos. Ahora bien, “en el Mundo todo es como es y sucede como sucede: en él no hay ningún valor” (TRACTATUS, proposición 6.41) y, por tanto, la Ciencia no puede contener juicios de valor.
Esta cruda formulación de la Tesis de la Neutralidad, de acuerdo con la cual la Ciencia es ajena a los valores y se ocupa únicamente de describir hechos, se enfrenta con una primera objeción cuando se reconoce la presencia de, al menos un tipo de valoraciones de la Ciencia. Pues, en efecto, las Teorías Científicas son juzgadas y comparadas de acuerdo con criterios como su capacidad explicativa, su acierto predictivo, su simplicidad. Es frecuente referirse a estos criterios como VALORES EPISTÉMICOS. Con ellos, los juicios de valor (al menos, ciertos juicios de valor) entrarían inevitablemente en la Ciencia, pero la Tesis de la Neutralidad Científica parecería, con todo poderse poner fácilmente a salvo con la ayuda de una leve reformulación. Podría, en efecto, admitirse la presencia de juicios relativos a Valores Epistémicos, no a valores de otros tipos (como los morales) que, de acuerdo con los defensores de la Neutralidad, deberían considerarse EXTERNOS  a la Ciencia. Naturalmente, los defensores de la Neutralidad admitirán sin dificultad que, en ocasiones valores morales y otros elementos “externos” (intereses políticos, prejuicios religiosos, etc.) han condicionado la actividad y los resultados Científicos. Pero cuando tal cosa ha ocurrido deberíamos considerar tales episodios como ejemplos de “mala Ciencia”. La buena práctica Científica habría excluido en el pasado (y DEBERÍA excluir, en cualquier caso) todo criterio de Evaluación Teórica y Metodológica más allá de los valores estrictamente epistémicos.
Éste es el sentido de Neutralidad Científica que defendieron, para las Ciencias Sociales, Max Weber y otros Sociólogos Alemanes a principios del Siglo XX. Según Weber, los problemas abordados por las disciplinas empíricas, incluidas las Ciencias Sociales, son problemas fácticos y han de recibir una respuesta “libre de valores”. Incluso cuando la Sociología se ocupa de los valores vigentes en la Sociedad debe tratarlos como hechos, como los valores que DE HECHO, son aceptados por los individuos y los grupos sociales, sin pronunciarse acerca de la validez de los valores o normas que describe. En palabras de Ferdinand Tonnies, uno de los compañeros de Weber:

                “Como Sociólogos no estamos ni a favor ni en contra del Socialismo,
                  ni a favor ni en contra de la extensión de los Derechos de las Mujeres,
                  ni a favor ni en contra de la mezcla de razas” (citado por Proctor, 1991)

De este modo, la defensa de la Sociología Científica por parte de Weber y otros Sociólogos de su generación se convirtió en un alegato a favor de una Ciencia Neutral, entendida como una Ciencia libre de valores morales y políticos. Como en el caso de la Ciencia Natural del Siglo XVII y el ROYALIST COMPROMISE, también ahora el ideal de Neutralidad cumple una función social: los Sociólogos del grupo de Weber pretendían ganar respetabilidad académica para su disciplina y, de paso conseguir que las autoridades les dejaran trabajar en Paz, en un momento que la Teoría Sociológica estaba dominada por los Sociólogos Marxistas hasta el punto de que la política prusiana, identificaba a los Sociólogos con Socialistas.
Con el correr del Siglo XX, y tras la creciente documentación de la influencia de intereses y otros factores sociales sobre la PRÁCTICA Científica, los defensores del ideal de la Neutralidad se vieron obligados a distinguir cuidadosamente  entre la descripción de esa práctica Científica (lo que H. Reichenbach llamó el “contexto de descubrimiento”) y la cuestión de la validez del Conocimiento Científico resultante de esa práctica (el “contexto de justificación”, siguiendo con la misma terminología). La aspiración a la Neutralidad renunció a eliminar valores e intereses prácticos de la actividad Científica para contentarse con salvaguardar de su influencia a la evaluación de las Teorías Científicas. De esta forma, la versión más matizada de la Doctrina de la Neutralidad Científica vendría a sostener la validez de los resultados de la Investigación Científica sólo se establece y debe establecerse con respecto a un(os) determinado(s) valor(es) epistémico(s) y es indispensable de todo valor práctico.
  
¿PERO ES POSIBLE SOSTENER ESTA VERSIÓN MATIZADA DE LA DOCTRINA DE LA NEUTRALIDAD? ¿ES POSIBLE RECONOCER LA PRESENCIA DE VALORES EPISTÉMICOS EN LA EVALUACIÓN DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO AL TIEMPO QUE SE NIEGA CUALQUIER PAPELES A LOS VALORES PRÁCTICOS?
Las dificultades de esta formulación de la Tesis de la Neutralidad comienzan cuando nos percatamos con ayuda de la Historia de la Ciencia, de que no hay una lista cerrada de Valores Epistémicos.
Así, Valores que, como la CERTEZA, se contaban entre los objetivos prioritarios de Científicos y Epistémicos como Descartes se han visto desacreditados por la realidad de la Praxis Científica Contemporánea, que aspira en el mejor de los casos a un Conocimiento PROBABLE, pero siempre falible y revisable. Valores como la EXPLICACIÓN y la PREDICCIÓN han tenido un peso muy diferente en diversos momentos y contextos de la Investigación Científica, en tanto que Valores como la SIMPLICIDAD, ampliamente aceptados, han sido sin embargo interpretados de formas muy diferentes por diversos grupos Científicos. 
De este modo, los Valores Epistémicos no pueden proporcionar el eslabón final ni la cadena explicativa de las creencias (esto es, a la hora de explicar por qué Científicos creen lo que creen) ni en la cadena de justificaciones, pues tras señalar que aceptamos una Teoría por su elevado acierto predictivo o por su precisión habremos de justificar por qué consideramos relevantes esos Valores Epistémicos y no otros. Pues bien: en las últimas décadas diversos Historiadores y Sociólogos de la Ciencia (Barry Barnes, David Bloor, Harry Collins, etc.) han señalado que la explicación de la elección de Valores Epistémicos viene dada por intereses y Valores prácticos, mientras que algunos Filósofos y Filósofas de la Ciencia, Helen Longino y Kristin Shrader-Frechette, han puesto de manifiesto la misma dependencia en el plano de la justificación. De este modo. La Tesis de la Neutralidad Científica es puesta en duda tanto en el plano fáctico como en el normativo: cómo se lleva a cabo la evaluación de las creencias Científicas depende, de hecho, de ciertas opciones previas con respeto a valores no exclusivamente Espistémicos y, además, no puede ser de otro modo si no se quiere detener la cadena de justificaciones arbitrariamente en un punto.

AHORA BIEN: SI ES CIERTO QUE LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIENCIA DEPENDE DE ALGÚN GRADO DE ELECCIÓN CON RESPECTO A VALORES Y OBJETIVOS PRÁCTICOS (FUNDAMENTALMENTE MORALES Y POLÍTICOS), LA PREGUNTA FUNDAMENTAL ES
CUÁLES DEBEN SER ESOS VALORES
En otras palabras: una vez que se rechaza por imposibles el ideal de la Neutralidad Científica, la “buena” Ciencia no será ya aquella que esté libre de Valores, sino aquella que, entre otras cosas, esté orientada hacia Valores que podamos considerar moralmente superiores. Naturalmente, determinar cuáles sean éstos no es cuestión sencilla y exige un amplio debate Democrático e Intercultural. A ese debate, la Investigación para la Paz y el Pensamiento Pacifista aportan su propia propuesta Axiológica: las opciones de la Política Científica que tanto influyen en la Construcción Social de la Ciencia deberían estar orientadas por el propósito de promover la Paz en un sentido amplio y exigente que incorpora aspectos como la satisfacción generalizada de las Necesidades Humanas en un contexto de Equidad y Sostenibilidad Ambiental.
Naturalmente, este desiderátum establece un marco bastante amplio y no debería convertirse en una exigencia asfixiante que ahogará la Libertad de Investigación; al fin y al cabo, hay muchas razones para considerar el Conocimiento como un Valor en si mismo y para no desdeñar la búsqueda de Conocimiento aparentemente “inútil”. Pero no es un marco tan amplio que permita cualesquiera opciones en política Científico-Tecnológica. Así, el marco normativo de la Paz es incompatible con las desmesuradas cantidades que muchos gobiernos invierten en I+D MILITAR y exige dedicar unos recursos humanos y económicos mucho mayores que los actuales a la Investigación en campos como las Energías Renovables, las Enfermedades Tropicales y otras aflicciones “de pobres”, la Mediación y Regulación de Conflictos o la Agricultura Sostenible.
 
Veáse también: Ciencia y Tecnología para la Paz. Evaluación de Tecnologías.  
 
                “AHIMSA, un principio ético contemplado en Religiones como el
                 Jainismo, el Hinduismo o el Budismo. Literalmente significaría
                 NO-VIOLENCIA EN UN SENTIDO AMPLIO.    
                  Manual de Paz y Conflictos. Beatriz Molina Rueda y Francisco A. Muñoz.(eds.)”  

                  

 

 

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